viernes, 1 de noviembre de 2013

Entre Petro y Ordoñez….

Es inminente la destitución de Gustavo Petro, se lee y se comenta en los corrillos públicos y privados. Es inminente la salida de tal vez uno de los peores gestores que ha tenido la capital de la República en los últimos años, y eso que hemos tenido pésimos administradores. En lo personal no quisiera verlo más al mando del futuro de mi ciudad, pero tampoco quisiera verlo salir así. En otras palabras que conflicto del alma.

Razones hay muchas para no querer a Petro como alcalde. La primera ya la mencioné y es su incapacidad para gestionar y ejecutar los planes de desarrollo de manera integral en la capital. La segunda serían sus fallas en el liderazgo para mantener un equipo sólido que se comprometa y ayude a implementar sus políticas (las renuncias de su gabinete son noticia casi que semanal). La tercera su condición de mentiroso convencido de sus mentiras. La cuarta su irresponsabilidad en las declaraciones que da cuando se le cuestiona (arenga a la población mostrándose como el único mártir de izquierda y las nefastas consecuencias para el país de su posible destitución). La quinta su resentimiento disfrazado en su política del amor que al final polariza en vez de acercar. Solo mencioné cinco pero si ampliáramos la lista  podríamos incluir hasta su pésimo gusto para vestirse. Si bien mis argumentos pueden ser válidos no son suficientes a la luz de la justicia y la ley para destituirlo.

Quien sí ha encontrado motivos es el Procurador Ordoñez y “de por Dios”, como dirían en el campo, esto sí que me asusta. Me asusta el inquisidor, me asusta Ordoñez. Me dan pánico y rabia sus maneras, sus comportamientos persecutores de todo y todos aquellos que osen pensar distinto a él. Me lastima el bullying que le hace a los empleados públicos y que últimamente ha decidido ampliar al resto de la sociedad.  Le temo a la manera en que trata de imponer sus ideologías haciéndonos creer que son faltas graves a la gestión de lo público.


Mi mayor temor es que el mismo Petro y nosotros como sociedad, no entendamos el mensaje de lo que nos está pasando. Hemos sido torpes y complacientes con aquellos que elegimos para representarnos. Le hemos entregado enormes responsabilidades en lo social a personajes que tan solo encarnan sus ambiciones o resentimientos personales. Nos hemos dejado envolver en discursos sin fondo y sustancia que no nos permiten retomar el camino de lo que es correcto. Desde el colectivo, en todas nuestras maneras de expresión pacifica, y con respeto a la ley, debemos ser nosotros los que les digamos: de ustedes no queremos saber más.

1 comentario:

  1. Dito, muchas veces elegimos a personas que no responden a las necesidades de los retos que asumen, pero usualmente en Colombia nos toca escoger entre la opción menos mala, no la que quisiéramos, ¿no le parece?

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