martes, 29 de octubre de 2013

Heroes, verdades a medias y mentiras


Hace ya cuatro años que hago alta montaña. En mi afición tardía (o de crisis de edad media) he tenido la oportunidad de compartir con aficionados y montañistas un número importante de montañas en lugares como el Himalaya, Alaska y Sur América. Las experiencias de vida en la montaña son tal vez lo mas revelador e increíble que he podido vivir.

En ese trasegar del hombre y la naturaleza hay algo que me ha llamado poderosamente la atención. Una vez terminadas las expediciones, y ya al calor de la paz de la celebración y el compartir, me he dado cuenta que he realizado hazañas que no recordaba y que aún hoy, en ejercicio de memoria no recuerdo haber vivido. Resulta, que según mis compañeros he escalado paredes de hielo de 900 metros; he caminado en aristas expuestas de mas de 300 metros con vacíos a la muerte de mas de 1000 metros; he sobrevivido a avalanchas, grietas, tormentas; y he tomado decisiones de equipo que no recuerdo haber debatido.

 No las recuerdo por que si bien no son mentira, si son al menos verdades a medias. Exageración o distorsión de la verdad para hacer mas dramática la experiencia, para simplemente convertir en héroes a seres humanos que solamente una que otra vez hacen acciones heroicas.

Me pregunto qué nos hace maquillar nuestros propios logros y siento que no es simplemente un sentimiento de vanidad individual. Hay un sentimiento y una necesidad colectiva de tener héroes y referentes que nos señalen posibilidades mas allá de lo posible. Nuestros héroes cumplen la función de revivir la esperanza y el deseo de cambiar lo que hasta ahora han sido condiciones estáticas e imperturbables.

El acto de escalar grandes montañas es en si mismo heroico, tal y como lo es el haber nacido en Buenaventura y hacer una carrera académica e investigativa llena de logros (como el tan nombrado por estos días Dr Cuero). Ambos actos resaltan la claridad de los objetivos, el coraje de atreverse y la capacidad de sacrificio para alcanzar aquello que nos proponemos.

Si ya en si mismo son actos heroicos qué necesidad tenemos  de ensuciarlos con distorsiones de la realidad, verdades a medias o mentiritas piadosas? No solo nos mentimos a nosotros mismos sino que terminamos creyéndonos nuestras propias mentiras (como algunos de mis compañeros de montaña que han hecho fortuna con logros que no han alcanzado). Distorsionamos lo que somos y en el fondo perdemos todo referente en el aprendizaje que debemos apropiar para nosotros y entregar a los demás. Frente al colectivo, el héroe desdibujado en la mentira  no señala nuevas posibilidades sino que al contrario refuerza la idea de que lo verdaderamente heroico no existe si no se acompaña de la mentira y la marrulla.

Y si el héroe es expuesto en su débil y mentiroso andamiaje qué hacemos? Corremos aquellos que lo necesitamos a protegerlo, a acusar a aquellos que lo señalan. A tildar a los destructores de héroes de racistas, xenofóbicos, envidiosos o simplemente fracasados, buenos para nada. Mentimos para mantener la mentira que al menos nos da una luz de esperanza.

Si tan solo entendiéramos que los héroes se engrandecen en la única y verdadera dimensión de sus actos. Que estos los actos los medimos en sus hazañas y en sus vulnerabilidades y que nuestros héroes son antihéroes a la vez.

lunes, 21 de octubre de 2013

Ignorancia, Arrogancia y Micrófono


La semana pasada en uno de los largos recorridos que con frecuencia hago por Bogotá en el carro, me tocó ser testigo de una conversación entre dos periodistas en un programa radial.. Uno de los periodistas hizo una pregunta jurídica sobre un hecho particular y el otro periodista con gran propiedad le contestó. Al escuchar la respuesta el periodista que hizo la pregunta le preguntó que por que sabía la respuesta y esta le contestó muy seria y vehemente en su defensa que lo había visto en las películas. La verdad exploté de la risa y me conecté con una conversación que mi esposa y yo teníamos hace algunos meses sobre la actitud de algunos de nuestros ilustres comunicadores. El debate con mi esposa me llevó a unas reflexiones que resumo a continuación.

La ignorancia es una condición. A veces amarrada a la historia personal por falta de oportunidades pero otras tantas una elección. La arrogancia, en cambio, es siempre una elección. Busca tapar nuestras inseguridades o exaltar nuestros aciertos. Es la decisión de desde donde queremos queremos ver al mundo. Un micrófono (puede leerse, pluma, columna o pantalla)  es un micrófono y tenerlo debería ser un reconocimiento acompañado de una enorme de responsabilidad.

Ignorancia, arrogancia y micrófono, actuando de manera independiente no generan ni bien ni mal; tan solo antipatías, sorpresa y una que otra envidia. Ahora bien la ignorancia, la arrogancia y el micrófono en un solo ser, se convierten en un irresponsable peligro que hace mas mal que bien a la sociedad y a sus actores. Y el mal está en desdibujar la función del verdadero comunicador, el único que debería estar detrás del micrófono.

Permitir el periodismo desde la ignorancia y la arrogancia nos lleva  a someternos a las opiniones infundadas y muchas veces injustas, de personajes que se creen poseedores de la única verdad. Verdad fundamentada en sus percepciones u observaciones de películas de ficción que buscan darle sabor al melodrama (como le sucede a la periodista que me llevó a escribir sobre esto). Y en su verdad inventan hechos, atacan en gavilla, apuntan con el dedo y señalan. Nunca, pero nunca aceptan una posible equivocación y siempre, pero siempre, se quedan con la última palabra ante quien los oye, los ve o los lee. 

Parte de la función del periodista es señalar, me dirán algunos, y claro que lo es, les contesto. Pero no se puede señalar desde la ignorancia ni la percepción. Señalar irresponsablemente es destruir proyectos y vidas.

Da gusto leer el periodismo fundamentado, así como es un placer leer el periodismo de opinión. Refrescan y abren la mente de aquel que quiere conocer mas del mundo y lo que en el sucede. Pero ojo con la confusión, la opinión es una cosa y el periodismo investigativo otra.

Y para cerrar, qué decir de la defensa o maquillaje de imagen de aquellos que con pauta y poder mantienen a estos mismos periodistas en los mas altos índices de rating?. 

martes, 1 de octubre de 2013

El Ejercicio de la Verdad y la Ley


Hace algunos días en el compartir de mi  almuerzo mensual de amigos, le dimos paso a una conversación que nos sacó de los temas recurrentes de política, fútbol y otras banalidades. El tema era el de la función del abogado y la ética en el ejercicio de la profesión. No sobra mencionar  que soy abogado disidente y un buen número de mis comensales son practicantes activos y exitosos del derecho.

Los escándalos públicos de Interbolsa, DMG, Grupo Nule, las concesiones y los baldíos, entre otros, arrojaban un elemento en común: una sofisticada maraña jurídica que busca ocultar o hacer pasar como legal actuaciones dudosas ante la misma ley. Los actores de las mismas, sofisticadas y renombradas firmas o abogados prestantes con el mas alto reconocimiento.

En su infinita sabiduría han creado vehículos jurídicos para captar dinero del público, sociedades para hacerse a grandes extensiones de tierra, triangulaciones y testaferratos para ocultar la verdadera propiedad. Apoyan en la estructuración de licitaciones y una vez adjudicadas solicitan desequilibrios contractuales sin que se haya movido un solo metro cúbico de tierra. Fabrican testigos e inventan pruebas y si algo de tiempo les sobra lo gastan en la redacción de leyes o dándose un baño de popularidad en alguno que otro micrófono. Cuando la maraña se enreda, ayudan a sus clientes a negociar con la justicia absurdas delaciones que impiden la correcta y equitativa aplicación de la justicia.

Revisando todo aquello que hacen, no puedo sino compadecerme de la dureza de la profesión. Duro es mentir, duro es inventar y duro es ocultar y no dejar rastro. Extenuante es ser servil a los intereses de clientes que quieren comprar consciencias.

Es posible que me equivoque al pensar que ese es el camino más duro. En mi duda recuerdo las palabras de Al Paccino  en Perfume de Mujer al afirmar que en su vida siempre había escogido el camino incorrecto, por la sencilla razón de que el camino  correcto era siempre el mas difícil. Y si el camino de los principios, los valores, la ética, lo correcto, la verdad y la ley es el mas difícil, hemos equivocado nuestro camino como sociedad.