Los lunes en la tarde los tengo reservados para escribir las
ideas que voy madurando desde la semana anterior y publicarlas en mi blog.
Momentos antes de sentarme frente al computador decidí darle una revisada a las
noticias del día y me encontré con el bombazo de la destitución de el alcalde
de Bogotá Gustavo Petro. Acto seguido me dediqué toda la tarde a monitorear las
reacciones en los medios de comunicación y redes sociales del hecho, para así
hacerme una idea de la opinión de los colombianos frente a este acontecimiento.
Varias cosas me han llamado la atención y sobre algunas de ellas me atrevo a
dar mi opinión en este texto.
Primero, me sorprendo de cómo un gran número de personas -que
hace menos de una semana, refiriéndose a Mandela - resaltaban su capacidad de perdonar y su poder de invitar a la
reconciliación, hoy trinan y muestran una gran alegría porque (en
palabras de ellos) hemos salido de ese exguerrillero
y comunista barato. Qué
manera tan olímpica y pobre de simplificar el problema, pienso yo. Y qué futuro
tan oscuro veo en el panorama para una sociedad que a través de un proceso de paz quiere darle fin al flagelo de
la violencia en Colombia. Sin la aceptación de ideas y corrientes distintas a
las que individualmente tenemos y la capacidad de redimir y aceptar en el juego
democrático a aquellos que han estado al margen, la paz que decimos querer no
nos llegará. En este punto debo manifestar que rechazo de la misma manera el
discurso polarizado e irrespetuoso que utiliza Petro en defensa de sus ideales.
Segundo, no termino de entender por qué cada quien que
quiere expresar su desacuerdo o inconformidad con la decisión de la
Procuraduría, debe comenzar con las frases de Yo no voté por Petro pero…..
ó No me gusta Petro pero….. como dejando claro que no pueden ser asociados
a las corrientes políticas que representa el hasta hoy alcalde de Bogotá. En el
fondo no sé si sea vergonzoso ser de izquierda, si sea
falta de memoria para recordar por quien votaron o si simplemente no quieren
que los asocien con el gusto en el vestir del burgomaestre. En este punto me
atrevo a confesar que tengo poca memoria para señalar con exactitud por quién
he votado en las últimas elecciones de carácter popular, ya sea para Presidente,
Alcalde, Concejo, Senado o Cámara. Y como no lo recuerdo, decido aceptar mi
responsabilidad y me digo, si no
lo recuerdas es un claro síntoma de la poca seriedad con la que te tomas el
proceso democrático. Es cierto que no miro en detalle lo que me
proponen, no asumo posiciones y no doy la pelea por ellas; me entrego a la ignorancia, la
abstención o el voto en blanco y con ello limpio mi consciencia para así poder
decir que no voté por ellos y que la culpa es de quienes sí lo hicieron. Pero
resulta que con mi apatía y falta de responsabilidad hago que se elijan
irresponsables que le causan mal a mi sociedad.
Tercero, como lo expresé en un artículo anterior: me asusta
el inquisidor Ordoñez y su poder. A su intolerancia hacia las ideas distintas a
las suyas le acaba de sumar - en el caso de Petro y el superintendente financiero
- lo que algunos consideramos fallas en la gerencia exageradamente
interpretadas y acomodadas dentro de lo que llaman faltas disciplinarias gravísimas. En el
caso del superintendente, con la decisión de la procuraduría, la Nación (es
decir todos nosotros) debe responder por actos criminales de hampones de cuello
blanco que ofrecían rendimientos financieros descomunales a “ingenuos
inversionistas”. En mi opinión con la sanción a Petro el procurador ha creado
una nuevo concepto gerencial que busca el desarrollo de líderes perfectos e
infalibles. De pronto sea mi ignorancia o falta de visión pero hasta ahora no
he visto ningún libro, ni he defendido ninguna teoría de administración o
liderazgo que sostenga esa corriente. Con estas decisiones los llamados a la administración pública serán engendros
genéticos bautizados como “los líderes o administradores perfectos”.
Y yo mal
equivocado, como dicen en el campo, formando líderes vulnerables y
humanos.
Por último, concuerdo con Petro en que una sanción de 15 años
es la muerte política para él.
Como diría mi amiga Adriana “y él (Petro), por lo que representa, es
importante para la democracia”. Comulguemos con él o no, Petro
representa una corriente política legítima para el país. Su carrera pública era
un ejemplo que daba esperanza de inclusión y tolerancia sobre posiciones de
izquierda tan cobardemente exterminadas en tiempos no muy lejanos. Me preocupa
que ahora además de las balas utilicemos la acomodada interpretación de ley
para deshacernos de aquellos que no comparten nuestros ideales de sociedad. En
tiempos inmemoriales la labor del estado era protegernos de ello.
Sobre que opino de Petro pueden leer mi artículo llamado Entre
Petro y Ordoñez del mes de Noviembre.
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