Me he tomado el tiempo de leer y hacer un minucioso seguimiento de los medios y las plataformas digitales sobre el tema de las últimas elecciones de primera vuelta en el país. Me han sorprendido afirmaciones de periodistas, analistas, políticos y el público en general, sobre la nueva manera de hacer política que salió triunfante en los últimos comicios. Me sorprende porque desconoce la historia reciente del país, que se sustenta en datos y hechos concretos que demuestran que éste es el mismo país político que hemos vivido los últimos 20 años.
Comencemos por decir que gritamos a voces que
los partidos tradicionales salieron derrotados y que hoy el espectro político
está dominado por movimientos distintos a los que nos han gobernado durante
años. Pues no, esa afirmación no es cierta y no lo es por el simple hecho de
que la última vez que un partido tradicional puso presidente de la República
fue en el año de 1998 con Andrés Pastrana. Del año 2002 a la fecha ni liberales
ni conservadores han tenido un presidente que haya sido designado como candidato
por la colectividad y más bien los partidos tradicionales se han arrimado al
sol que más y mejor los alumbre. Duélale al que le duela el presidente Uribe rompió
la hegemonía partidista y le ha dado un tinte distinto a la política.
Muchos asumen como a uno de los ganadores a
Petro por su alta votación y su paso a la segunda vuelta. Creo que sí es un
logro sacar casi 5 millones de votos, pero no se nos olvide que esos 5 millones
de votos representan un 24% de la votación total, que es tan solo ligeramente
superior a la alcanzada por Carlos Gaviria en 2006 (22%), candidato que también
enarbolaba las banderas de la izquierda del país. Adicionalmente, Gaviria en su
momento alcanzó también la segunda mayor votación en primera vuelta, pero el presidente
candidato Uribe superó con creces el 50% y no le dio chance a una segunda
vuelta. En plata franca dos veces la izquierda ha alcanzado la segunda mayor
votación en primera vuelta con porcentajes casi idénticos. Neto neto me parece
que el Doctor Petro pierde también, su imagen no logra despegar la votación histórica
de la izquierda y no es atractivo para el centro.
El centro, mi centro, es gran perdedor también.
Primero, por la simple razón de que quedó de tercero, condición que lo saca de
la contienda. Pierden lo líderes del centro que no supieron articular un
movimiento consistente que les diera chances. Ya antes en la historia reciente del
país el centro o la tercería había sido protagonista político. Primero fue Noemí
Sanín en 1998 con el 22% de los votos y la tercera mayor votación. Después fue
Antanas en 2010 con el 26% y opción de segunda vuelta. Y para los que lo
quieren interpretarlo así, Santos en 2014 salió presidente en segunda vuelta, pero
con una votación del 25% en la primera. El problema histórico del centro y la tercería
ha sido su imposibilidad de construir un proyecto político de largo plazo que dé
peleas en lo regional y nacional. El centro es intermitente y su intermitencia
se debe a la falta de liderazgos claros y a la irregularidad propia de sus
votantes que se mueven, ante el temor, a la derecha, pues es un centro que le
teme a la izquierda. Nuestro centro es un centro vagabundo en eterna
adolescencia.