viernes, 27 de febrero de 2015

Que vergüenza con los lobistas

Hace algunos años, en una conversación con mi amigo Guillermo, le preguntaba yo qué hacía que un importante empresario hubiera dejado su larga y exitosa carrera en el sector privado por un ministerio. Con la malicia que yo en ese momento no poseía, Guillermo me contestó  “No hay que confundirse, lo que él quiere no es ser ministro sino ex-ministro, condición que le permitirá hacer lobby y ganar muchos más dinero de lo que hasta ahora ha ganado”. Con la crudeza de la frase me quedé y he venido rumiando su significado durante todos estos años.

La semana pasada, una declaración del Presidente Santos - en donde denunciaba el lobby de unos magistrados del Consejo Superior de la Judicatura con algunos congresistas- trajo de mi profundo inconsciente la frase de amigo y es por ello que hoy decido sentarme a escribir sobre este tema.

Dice Wikipedia que el lobby es el acto o la intención de querer influenciar con ideas las decisiones de personas que en lo público o lo privado tienen el poder de decidir sobre un tema específico. Mencionan también que existen diversos tipos de lobby que van desde los prestados por profesionales del lobby, organizaciones sin ánimo de lucro, pasando por empresas privadas o simples grupos de interés organizados. En muchos de estos casos las personas naturales y jurídicas reciben una remuneración por el servicio que prestan.

Con estas definiciones en mente, repasé parte de las funciones de las divisiones de asuntos corporativos de multinacionales, gran parte de la finalidad de las asociaciones gremiales, los servicios prestados por algunos ex-funcionarios públicos, y el ejercicio profesional de algunos de mis conocidos, y concluí que muchos de ellos son lobistas profesionales y que devengan el pan de cada día de esta profesión. Recordé que yo mismo he hecho lobby en asuntos privados, por intereses propios o los de algunos conocidos que han requerido mi ayuda (como ayudar a conseguir un empleo a un conocido). Hasta aquí todo bien, pensé, y me devolví a la declaración del Presidente Santos para entender el por qué de mi inquietud.

La búsqueda en Google sobre la declaración me arrojo varios links. Pinché la del Presidente y como lo dije antes, encontré que denunciaba el lobby que estaban haciendo los miembros del Consejo Superior. Seguí pinchando y me encontré con la declaración de Nestor Correa, (el sapo) en la cual manifiesta que el fue el único magistrado que no estuvo de acuerdo en hacer lobby en el Congreso para evitar la eliminación del Consejo Superior de la Judicatura. Seguí leyendo las reacciones de periodistas y políticos y encontré la condena del lobby por todos.

Como no siento que el lobby sea un delito, si no mas bien un elemento de la democracia, me atrevo a pensar que los hechos que condenan el Presidente Santos, políticos y periodistas, están relacionados con actos que buscan ofrecer dádivas o puestos a los congresistas para que voten a su favor. Bueno, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. El ofrecer dadivas o puestos es llamado cohecho o tráfico de influencias y ambos están tipificados por el derecho penal. Son actos punibles y como tal deben ser denunciados y juzgados si tenemos conocimiento de ellos. El lobby, por mas que le he dado vuelta al código penal, hasta ahora no es considerado como delito.

Y si es esto lo que quieren denunciar por qué no lo hacen? ahí es donde está la esencia de todo esto. Denunciar estos delitos sería el mayor acto de cinismo que podría tener el Presidente Santos. No se entendería que un mandatario que ha hecho de la mermelada su mayor activo político, lo denuncie, así como así, como delito. Vendería su esencia y la de los de su clase, como lo hizo el Magistrado Correa con sus congéneres. En este acto, mas suicida que heroico, se quedaría sin argumentos para defender la nominación de amigos inútiles en cargos del Estado, la designación de delfines analfabetas y la repartición burocrática y de contratos entre aquellos que favorece. En pocas palabras, mataría la esencia misma del Estado de Derecho, o su noción de Estado de Derecho para ser mas claros.

Y como nadie puede decir las cosas por su nombre sin salpicarse, es mejor crear una cortina de humo que señale a los lobistas y condene su profesión. Que vergüenza con los lobistas!!!!!

Lo mas grave de todo esto no es que no haya una moral, pues sí que la hay, es la doble moral de santos, apóstoles y ángeles que se pregona en contraposición con la moral de Santos, Uribes y Vargas Lleras (para mencionar algunos) la que hace que tratar de entender este país sea un imposible.  




viernes, 20 de febrero de 2015

Me cabrea la igualdad

En la película Lincoln, el gran Tommy Lee Jones interpreta a Thaddeus Stevens, un Republicano Radical representante al congreso de los Estados Unidos por Pensilvania. Stevens no solo era un acérrimo abolicionista sino un convencido de la igualdad de las razas y su tratamiento como tal ante la ley.

La película está llena de historias y frases impactantes. Para mí una de las mejores escenas, es la que contiene el debate en el congreso entre el representante Stevens con George Pendleton, también representante por el estado de Ohio y en donde se debate la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos. Me permito transcribir los diálogos a continuación:   

George Pendleton: Es cierto si o no que usted durante mucho tiempo ha insistido que la raza negra no es distinta de la raza blanca?

Thaddeus Stevens: Yo no defiendo la igualdad frente a todas las cosas, tan solo la igualdad ante la ley y nada mas.

George Pendleton: Su frenético intento de engañarnos ahora, es indigno de un representante. Es, de hecho, indigno de un hombre blanco!

Thaddeus Stevens: Cómo puedo sostener que todos los hombres son creados iguales, cuando aquí, ante mí, se presenta la apestosa carcasa moral del representante por Ohio. Prueba de que algunos hombres son inferiores, dotados por su Creador de un ingenio tenue, impermeables a la razón y con el frío y pálido limo que corre por sus venas en lugar de sangre rojo vivo! Usted es más reptil que hombre, George! tan bajo y tan insignificante, que el pie de un hombre es incapaz de aplastarlo!

George Pendleton: Cómo se atreve!

Thaddeus Stevens: Sin embargo, incluso usted Pendleton, que debería haber ido al patíbulo por traición mucho antes que hoy, incluso usted indigno y sin valor alguno, merece ser tratado con igualdad ante la ley! Y así, una vez más señor, y una y otra vez y otra vez digo: yo no sostengo la igualdad en todas las cosas. Sólo la igualdad ante la ley.

No sé si la conversación existió como la recrea la película o es simplemente una creación de los guionistas. Sea cual sea su fuente la hallo brillante y vigente frente a las realidades de estos tiempos.

Me gusta y me identifico con el trasfondo del debate que no es otro que la aceptación profunda de nuestra individualidad y la igualdad con la que debemos ser tratados  por la ley y las instituciones.

Me identifico porque desde hace algún tiempo vengo sosteniendo que no es solo un derecho, sino un deber del ser humano, desarrollar a plenitud su individualidad y sobre ella soportar el impacto que se quiere tener en este mundo. No en vano siento que nuestros cuerpos, nuestros pensamientos, nuestras preferencias, nuestras almas y nuestras propias esencias de seres humanos nos pertenecen solo a cada uno de nosotros y nos corresponde solo a nosotros descubrirlas, desarrollarlas y ponerlas al servicio de lo que valoramos como verdaderamente importante. Valoro por convicción a los líderes auténticos, a aquellos que se atreven a separarse del pensamiento y actuar colectivos que matan en vida las almas y mentes libres e independientes con las que nacemos.

Tan solo creo en los modelos de comportamiento humano que expresan la refrescante y natural esencia de lo que cada quién es y solo en ellos le doy sentido a la resbaladiza palabra coherencia. Me irritan la copia, la falta de autenticidad, la adoración y adulación de otros como modelos a seguir y las almas secas y marchitas de aquellos que no logran expresar lo que son. Y por último me cabrea el alma que me traten de vender la idea de la igualdad, de que somos iguales, cuando no hay tal, no somos iguales, tan solo ante la ley.

Y si es solo ante la ley que somos iguales, pues es el deber de quienes legislan e interpretan las leyes de hacernos iguales. Igualdad que se expresa en exactamente los mismos derechos, deberes y oportunidades de aquellos que no siendo iguales, quieren ser tratados como iguales por la sociedad. Y en este, el único y mas grande ejercicio de igualdad que podemos tener, entender que si bien queremos ser tratados como iguales, no somos iguales.    


lunes, 16 de febrero de 2015

Las encuestas son como los culos…...

Decía Clint Eastwood en su interpretación de Harry el sucio en la película llamada La Lista Negra que las opiniones son como los culos, cada uno tiene el suyo. Se me antoja que esta celebre frase, un tanto modificada aplica también a las encuestas, es decir, las encuestas son como los culos. Cada uno tiene el suyo y lo usa como quiere.

Para probar mi teoría me permito hacer el siguiente ejercicio:

·      Yo hago parte del 48% de la población masculina.
·      Hago parte del 20% de esa población que se encuentra entre 40 y 50 años.
·      Me incluyen los estudios dentro del 8% de la población que ha tenido entrenamiento militar.
·       Soy parte del 1.96% de colombianos que lee más de 11 libros al año.
·      Hago parte del 1% de la población bilingüe (inglés).
·      Hago parte del 20% de la población con ojos color verde.
·      Soy parte del 0.5% de la población que ha disparado una Walter PPK.
·      Hago parte del 5% de la población que conoce 10 países o más.
·      Soy parte del 1% de la población a quien le gustan las aventuras riesgosas y extremas.
·      Soy parte del 1% de la población que se manda a hacer vestidos y usa corbatas inglesas.

De un análisis a fondo de las estadísticas que menciono podría concluir con un bajo margen de error que yo soy James Bond. Ahora bien, mi amigo Nano (economista de los buenos), un poco mas serio en estos temas, diría que soy un ciudadano de clase media, del común. Y la verdad es que es posible que Nano tenga razón, sobre todo por que él me conoce y sabe que no soy James Bond.

Con este ejemplo y mi vagabunda interpretación, quiero señalar cómo los ciudadanos del común nos vemos sometidos a una serie de interpretaciones que mas con el deseo y los interés personales que con la ciencia, buscan demostrar posiciones que quieren hacernos ver como absolutas. Vía la interpretación estadística el alcohol, el cigarrillo, las drogas, la carne, el pescado, la carne de cerdo, al arroz, las verduras, la leche, el gluten, las frutas y los granos, entre otros, se han convertido en agentes de muerte para la humanidad. Cada quien toma la estadística que le conviene y en una actitud adoctrinadora de hare krishna nos quieren llevar a vivir la vida que ellos han decidido vivir, así muchas veces no se atrevan a confesar los motivos de su decisión.

El ámbito político y social no se aparta de ese comportamiento. Los académicos y políticos interpretan las cifras para condenar o no el homosexualismo, para oponerse a la adopción por parte de parejas gays, para encontrar las causas  de la guerra en el país, para justificar los programas de desarrollo de la educación, para sustentar la gestión publica en infraestructura, equidad, distribución de la riqueza y disminución de índices de la violencia (para mencionar algunos ejemplos dentro de miles de posibilidades a los que nos someten). Todos sin excepción tienen clara la idea que quieren defender y leen las cifras a medias o al revés, para transmitir sus mensajes de verdad.

Y yo prefiero, como diría Ignacio, un desacuerdo honesto  a un acuerdo deshonesto. Prefiero que las personas sin intención de convencerme de sus propias verdades, me digan de frente cuales son sus motivaciones en la defensa de sus ideas. Me gustaría que me contaran que la lactosa les genera flatulencia, que la carne no la digieren con facilidad, que el gluten los sube de peso, que hacen parte de un movimiento nueva era en donde el Sifu les ha dicho que no pueden comer proteína animal. Prefiero saber que los homosexuales les generan repudio, prefiero que me digan que son de izquierda, de derecha, o de centro, con tranquilidad (y yo recibirlos con la misma tranquilidad). Por último prefiero que nuestros gobernantes se digan la verdad y nos la digan a nosotros, prefiero que miren con ojos críticos su gestión y que con esos mismos ojos me miren a la cara y me digan que lo pueden hacer mejor.

Creo que el camino de mi deseo de conocer la verdad se sostiene en la tolerancia. En la aceptación de las creencias de los demás sin juicios destructivos que llevan a la concepción binaria de la sociedad. Creo en el debate transparente de ideas que puedan confluir en la construcción de un sistema mas incluyente y respetuoso. No quiero más la repetición incesante de mentiras, sustentadas en cifras amañadas y peligrosamente interpretadas, que esconden a los verdaderos seres humanos que están detrás de ellas. Me gustaría que alguien nos hablara de las estadísticas, que muestran el impacto de la intolerancia y la poca aceptación legitima del otro como un legitimo otro en las verdaderas cuitas del ser humano y sus sociedades.


miércoles, 11 de febrero de 2015

El liderazgo de la dignidad

En un cálido diciembre, aproximadamente hace unos tres años, mi hijo mayor (quien en esa época contaba con 11 años), escribió una carta navideña en la que decía que lo que más necesitaba en ese momento era un moto Yamaha o en su defecto un Ipad y que por ello esos eran los únicos regalos que nos quería pedir. Al leer la carta sonreí y opté por darle una lección de liderazgo que lo acompañara de por vida. Lo llame a palabrita y en tono dócil y reposado le dije que estos dos regalos no eran precisamente lo que  mas necesitaba sino lo que él más quería. Que haciendo claridad en las diferencias, le quería informar que lo que él MAS NECESITABA era hacer consciencia del valor de las cosas y del esfuerzo para alcanzarlas y que por esto no debía confundir sus necesidades con sus deseos. Me miró con cara de este man qué? Y se marchó. Finalmente le regalamos un Iphone (que también necesitaba pero menos).

Cuento esta historia, un tanto fallida, para explicar desde mi perspectiva cuál es una de las funciones de un líder en el ejercicio de su liderazgo. Creo, y por lo tanto enseño, que los líderes tienen el absoluto deber de saber leer las NECESIDADES reales de los sistemas que los mantienen, y proveerlas. Deben saber discernir entre sus propios deseos y las necesidades colectivas y ponerse al servicio de ellas.

Cubierta esta breve descripción teórica, decido en actitud suicida entrar en los debates que sobre la política local e internacional se están dando en las distintas columnas de opinión. Primero quiero abordar los comentarios histéricos que se están dando sobre la llegada al poder de Syriza en Grecia y la rápida ascensión política de Pablo Iglesias y su movimiento Podemos en España. Me he dado a la lectura e investigación, y en una actitud muy propia de mi Tío Antonio, he decidido lanzar una teoría. Veo en este par de movimientos políticos un discurso coherente que apunta a cubrir la NECESIDAD de DIGNIDAD  de sus pueblos.  La necesidad de no sentirse parias ni señalados por un puñado de vecinos cercanos y lejanos que los miran con actitud compungida y que profesan una triste compasión.  Syriza y Podemos encarnan esto, la dignidad perdida.

Y como he dicho antes en este blog, soy obsesivo, intelectual y columnista de opinión, y por ello me permito darle vueltas en mi cabeza a mi teoría y trato de encontrar conexiones y hechos -y me invento otros- para soportar lo que planteo.  Veo que el tema de la dignidad, en sus distintas expresiones, ha sido un tema recurrente en los líderes que en algún momento de su vida han contado con alto arraigo o aceptación  popular en distintos países. Podemos comenzar con el nacismo encarnado en Hitler, la llegada al poder de Churchill en Inglaterra, Perón en Argentina, Lula en Brasil, Fidel en Cuba, Chavez en Venezuela, Correa en Ecuador, Bachelet en Chile, Obama en Estados Unidos y el mismo Uribe, versión 2002, en Colombia, para mencionar algunos.   Si bien las circunstancias que los llevaron al poder son bien distintas, su convicción profunda (y no su discurso) se fundamentaba en una profunda sensación de recuperar o conocer la dignidad de sus pueblos. En algunos casos la dignidad se viste de igualdad, en otros de seguridad, espacio, justicia, reconocimiento, equidad o simplemente de la soberbia perdida de una raza. Nos guste o no los colores políticos que representan, lo que es cierto es que no podemos acusarlos de falta de liderazgo. Han sabido conectarse con el colectivo y en profunda convicción han buscado proveer sobre las necesidades presentes.

Ahora bien, lo que ha pasado después es una muestra clara de falta de liderazgo. Una vez en el poder han tenido períodos brillantes con cambios profundos de honda aceptación. El problema es que con el paso del tiempo comienzan a confundir las necesidades de sus pueblos con sus deseos propios (los de los propios líderes). La confusión los lleva a la locura, se creen la santísima trinidad (el pueblo, el líder y el espíritu santo en esta versión), por su carácter divino se desconectan de sus sistemas y por ahí derecho hacen que perdamos nuevamente la dignidad y nos hagamos indignos de ellos, nuestros amados líderes. Buscan eternizarse en el poder y utilizan el twitter como canal de comunicación divino.

Revisando la historia colombiana, y tal vez por mi ignorancia, me atrevo a decir que el único caso que encuentro en la historia republicana del país  en donde un líder ha sabido leer la necesidad colectiva es la del Presidente Uribe 2002. La dignidad que buscábamos era la de recuperar el país, la seguridad de movernos libremente sin las amenazas de muerte o secuestro que nos mantenían prisioneros en las ciudades. Bien lo leyó y bien en consecuencia actuó. Ya lo que vino después en su versión 2006, y que hoy continúa, muestra más su desconexión con lo que este país, aún no consciente, necesita a gritos.

Cual será nuestra necesidad actual? Cual es la dignidad que queremos recuperar o conocer por primera vez? Tal vez no lo tengo claro. Me atrevo a tirar ideas: Paz, justicia, igualdad, equidad, transparencia y honestidad. Necesitamos líderes que nos ayuden a leer estas necesidades, y que con convicción, de verdad verdad, estén dispuestos a apostar por  nosotros y lo que necesitamos. Si no nos saben leer, que lean libros al menos, de pronto en el Principito o en el manual de urbanidad de Carreño encuentran pistas.