Hace unos años alguien me decía que yo era la persona mas
coherente con mi incoherencia que había conocido. Debo confesar que después de
darle vueltas a esa frase me he apropiado de ella y me he convertido en su mas acérrimo
defensor. En mi exposición de lo que pienso sobre la coherencia o la
incoherencia muchas veces me he enredado
y en otras tantas ocasiones he salido quemado por no hacerme entender.
Hoy me doy nuevamente la licencia de
poner en blanco y negro lo que pienso.
Mi trabajo es tener que lidiar con la coherencia e
incoherencia humana. Algunas veces ayudo a mis clientes a buscar coherencia y
otras tantas a sumergirse en las aguas de la incoherencia como posibilidad de desarrollo
y/o evolución individual u organizacional. Todos los días oigo personas clamar
por coherencia a sus semejantes y en ese mismo número de ocasiones me permito
señalar que muchas veces la solución a lo que buscamos esta precisamente en no
ser coherentes.
La coherencia es a la vez
madre de muchas virtudes y causa de errores y sufrimientos. Tendemos a
querer ver la coherencia como una alineación con escalas de valores, creencias,
paradigmas y modelos mentales que creemos son estáticos e inmodificables. Nos
exigimos y exigimos a los demás consistencia con lo que hemos pensado y
expresado como válido en un momento específico de nuestra existencia. Y la
verdad es que no hay tal. Nuestros modelos cambian y evolucionan; lo que tenía
sentido hace algún tiempo deja de tenerlo ahora, y mas aún cuando nuestra
propia escala de valores empieza a modificarse (sí, señores, nuestros valores
también cambian). Simplemente hagan el ejercicio de recordarse 5 o 10 años
atrás y observen cuales eran los modelos de creencias y valores que los regían
y contrástenlos con el modelo que viven actualmente. Algunas cosas han
cambiado, ¿verdad?
El aferrarse por simple coherencia a pensamientos o modelos del
pasado sin una revisión detallada de lo que vivimos en el presente, no es tan
solo un síntoma de desconexión con nosotros mismos, sino un gran camino hacia
el sufrimiento y la toma de decisiones equivocadas. El sufrimiento se origina
en la sensación profunda de necesidad de cambio y la incapacidad de asumirlo
por el simple hecho de no mostrar consistencia y/o sentir temor del nuevo
camino. Esto es lo que los budistas llaman el apego y este para ellos es la
raíz del sufrimiento humano.
Las decisiones equivocadas se derivan de la desconexión con
uno mismo y el sistema que nos sostiene. En esta desconexión somos incapaces de
entender y asumir aquello que surge como una necesidad de mi ser o del entorno
que me rodea. Nos aferramos al pasado, a lo conocido y nos sentimos coherentes.
Saltamos a la acción o inacción para luego darnos cuenta de que la insatisfacción continúa o se crece,
y que muchas de nuestras acciones antes que ayudar a solucionar un problema
terminan de agravarlo. Grandes ejemplos de esto los vemos en las decisiones que
en lo político toman los países. Lo que funcionó y fue coherente en un momento
específico de la historia queremos volverlo una política permanente de estado,
sin darnos cuenta de los cambios que se presentan en la sociedad. Muchas cosas
han pasado en Colombia desde la coherencia comprada en el año 2002 a la coherencia
necesaria de estos tiempos.
El camino es plantearse el divino derecho a la incoherencia
con el pasado y asumir con coherencia el presente. Tratar de entender mi propia
evolución y la del sistema social con el que convivimos para así identificar la
verdadera necesidad que debe ser abordada con valor y templanza. Actuar, y en
la acción revisar de manera permanente la coherencia con la realidad presente y
atrevernos a tildarnos o que nos tilden de incoherente cuando no exista esa
alineación. Como dice mi amigo Danilo “¿quién dijo que uno es río para
no devolverse?”.
Algunos me dirán que al final si hablo de la necesidad de
coherencia, y a ellos les digo que si, que es una manera de leerme, útil por demás
si ayuda a entender lo que digo. Para mi se trata de un ejercicio de
reivindicación de la coherencia e incoherencia humanas y es por ello que desde
la ontología del lenguaje me quedo con el divino significado de la
incoherencia.
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